domingo, 10 de marzo de 2013

El "vuelo" del moscardón


¡Es casi matemático: ya llegó uno y no me deja ni a sol ni a sombra! Sí, es un moscardón. De esos que, cuando te pillan en el camino te están mareando hasta el final, hagas lo que hagas por evitarlo. Si caminas por un lugar poco transitado, si has ascendido bastante en la ruta y andas ya por esas zonas de hierba que en invierno están todas cubiertas de nieve, tenlo por seguro, tendrás su compañía. De vez en cuando pasas al lado de algunos excrementos de vaca o de caballo y las ves revoloteando, mientras disfrutan de su manjar. Después, esa o esas que llevas a tu alrededor se te posan en los ojos, la boca…y van paseando como quien disfruta de veras.

Siempre encontrarás un compañero de camino que se está quejando continuamente por todo. De la vida, escoge esa parte desagradable, oscura y molesta para ser su altavoz y repetidor. Las personas, para ellos, sólo tienen defectos o, a lo sumo, desgracias.  Y sus dolores y males son los peores del universo. Su sed, más sed que ninguna. Su hambre, su dolor de espalda, de pies…pasará a los anales de la medicina como el mayor jamás soportado. Cuando ya no haya nada más que enumerar, soltarán de vez en cuando un suspiro, o pondrán toda su mejor cara de “mira cuánto sufro” cada vez que les dirijas el ojo. Por supuesto, cualquier cosa que se te ocurra emprender, en su mente y en su boca, acabará siempre mal. Si saliera bien, es que “no costaba nada” o…algún defecto le encontrarán.  Son los que en una pared absolutamente blanca, inmaculada, fijan su vista invariablemente en ese puntito negro, casi imperceptible.

Puedes intentar razonar con ellos y, en contadas ocasiones, servirá de algo. A lo mejor es la primera vez que alguien les escucha con amor. Lo habitual, no obstante, es que eso empeore aún las cosas. Sólo te queda armarte de paciencia y estar muy cogidito de la mano con tu Señor, roca y fortaleza. No hagas ya demasiado caso al sonsonete que va a tu lado. Muéstrate amable, pero de un modo sencillo. Y, luego, viene la mayor tarea, la interior. No dejes que mine tu ánimo. Pide a Dios que te dé paciencia y ofrécele esa penitencia que Él ha tenido a bien permitir que caiga sobre ti. Piensa en todas las veces que tú actúas de modo similar y pídele perdón, intenta no repetirlo. Piensa que ése que camina a tu lado es un hijo amadísimo de Dios a pesar de las apariencias. En la oración y la humildad está tu fuerza.

No desesperes, Dios no te va a pedir más de lo que puedas soportar. Eso no va a durar eternamente.

No pierdas demasiado el tiempo intentando contentar a los que no quieren contentarse, eso te haría perder el equilibrio y el sentido de la medida.

Una gran ayuda para soportar situaciones difíciles es el sentido del humor. También el poner cada problema en su perspectiva adecuada, no hagamos un mundo de una cosita de nada. Y, sobre todo, fija tu atención en otro sitio, especialmente en Dios y en las bellas cosas que ha creado.

Si, a veces viene a ti el deseo de que el compañero molesto se quede ya afónico o pase por allí otro infeliz que cargue con él en tu lugar, no lo alimentes. Sin embargo tampoco te sientas especialmente culpable por ello, sólo déjalo pasar.

Ofrece todo como alivio de los sufrimientos que por ti pasó Jesús a lo largo de su Pasión y ten paz.

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