martes, 12 de junio de 2012

¡LA NUEVA EVANGELIZACIÓN APREMIA!

¿No se nos clava en el corazón ver a nuestros contemporáneos “como ovejas sin pastor”?

Y, ¿Por dónde empezar? Benedicto XVI no cesa de mostrarnos los caminos de la Nueva Evangelización:

“Los laicos tienen una tarea insustituible, pues se desarrolla en la vida cotidiana, en ámbitos en los que el sacerdote puede llegar con dificultad.”

“Debe empezar por la familia.” “Se hace con una vida coherente.” “El testimonio unido al anuncio puede abrir el corazón de quienes están en busca de la verdad, para que puedan descubrir el sentido de su propia vida.” “El anuncio siempre debe ir precedido, acompañado y seguido por la oración...” porque… “Todo misionero del Evangelio siempre debe tener presente esta verdad: es el Señor quien toca los corazones con su Palabra y su Espíritu.”

Medito en ello y… ¡La Divina Providencia actúa!: Me invitan al funeral de un buen cristiano, ya anciano. En la puerta del templo, con admirable convicción, quien a partir de ahora va a ser mi modelo como catequista, guapo, con una sonrisa irresistible, anuncia a los concurrentes: “Mi abuelo ha muerto” y, tras el gesto de condolencias de cada  interlocutor, añade con voz triunfante: “Pero está en el cielo”. Así es que todos entran sabiendo que, en realidad están invitados a una fiesta de bodas,  las bodas eternas de este hermano nuestro, con Jesucristo, el Esposo de la Iglesia. Creo que el abuelo, aunque no lo veamos, sonríe, orgulloso de su nieto y de todos los suyos. El resto de la familia (numerosísima) prosigue la catequesis. Uno de los hijos, el sacerdote celebrante, en vez de hacer el panegírico del difunto, nos habla de la esperanza a la que estamos llamados: la Vida Eterna. Y en el ambiente se vive un gozo de fiesta; con algo de añoranza, sí, pero ese  júbilo sereno que da el  acompañar a quien culminó con éxito su carrera.

Estoy en la antesala del cielo. Me han cautivado, pero sobre todo Rafa, mi admirado catequista del principio.

La mamá de Rafa me explicaba que, el día anterior, su hijo salió al jardín de pronto y diciendo: “me voy a hablar con el abuelo”, elevó su rostro hacia el cielo y así permaneció absorto hasta que volvió. Y cuando le preguntaron: “¿Qué te ha dicho?”, respondió feliz: “me ha sonreído” (¿qué os dije?).

 “Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios” (Mt 5,8). Es la pureza del corazón la que permite reconocer el rostro de Dios en Jesucristo; es tener un corazón sencillo como el de los niños, sin la presunción de quien se encierra en sí mismo pensando que no necesita a alguien, ni a Dios.-añade el Papa-. Y es que Rafa (aún no os lo había contado) ¡Tiene 5 años!



¡Muchas gracias a Rafa y a su familia, en especial el abuelo Jorge, que me han permitido vivir esta hermosa experiencia cristiana! Rezo por todos vosotros, amigos.

                                                                                                                                  Pilar V.Padial


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