miércoles, 27 de febrero de 2013

Esos detalles maravillosos.


Dios ha creado la Naturaleza bella hasta el extremo. Produce un asombro creciente el irla conociendo y observando. Ello no puede menos que hacernos ver en ella un reflejo, aunque sea ínfimo, de la hermosura y grandeza de su Creador. Todo en la obra de Dios nos conduce a la admiración. Uno de los procesos más espectaculares, variados y bellos que tienen lugar en el cosmos es el de la cristalización. La definición que aparece en Wikipedia está bastante bien:

“La cristalización es un proceso por el cual a partir de un gas, un líquido o una disolución los iones, átomos o moléculas establecen enlaces hasta formar una red cristalina, la unidad básica de un cristal. La cristalización se emplea con bastante frecuencia en Química para purificar una sustancia sólida”
Cristales de nieve: una belleza cotidiana

Dependiendo de la sustancia y de los fines, hay muchos modos y muy variados de obtener cristales y muchas utilidades de este fenómeno. Son apasionantes pero no el tema del presente post. Si alguien quiere ver un atisbo en wikipedia.

Según las condiciones y la materia de la que se trate, formará u sistema cristalino diferente con parámetros bien definidos. Es curioso el hecho de que hay factores, aparentemente sin importancia, que favorecen el inicio de la cristalización que, desde ese momento, suele suceder de forma más rápida (los tiempos son también muy variados, a veces increíblemente rápidos, en general lentos). El más universal suele ser la inclusión de una pequeña “semilla” del cristal en la solución concentrada al máximo (saturada). Incluso, actúan como “semillas” impurezas o motas de polvo, para original cristales menos perfectos.

Me vino a la mente este ejemplo al reflexionar sobre un tipo de líderes que no son tan conocidos ni llamativos, pero son muy necesarios Se trata de esos que quizá no se ven pero su presencia favorece a todo el grupo y lo encamina bien. Son personas que, mezcladas en lo cotidiano, saben potenciar lo mejor de cada uno, animarle en sus desfallecimientos, dejar lugar para que los demás crezcan. Son estupendos colaboradores para un líder de mayor alcance. Para mí es muy conocido el caso de personas que, estando presentes en una cuerda de un coro, sin protagonismos ni una voz especialmente potente, aseguran el éxito de esa porción del grupo y que sigan bien al director.

 

Pienso que los cristianos deberíamos ser siempre líderes de esos en mayor o menor grado. No se necesitan cualidades especiales, sólo seguir el Evangelio:

 Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios?  Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.» (Lucas 13, 20-21)

 

No es la levadura quien crece sino la masa por efecto de la levadura. Ella hace que la masa se llene de aire y crezca por la fermentación. Pues así mismo, no se trata de querer destacar y ser vistos, sino de hacer que cada uno sea lo que Dios quiere que sea.

Os dejo unos vídeos hermosos de ver:

 
 

jueves, 21 de febrero de 2013

¿Por qué será...?

Pues nada,  como me tocó el gordo de Navidad, me dije: “un día es un día”. Fui a la principal tienda de audio, sonido e imagen y pedí el mejor equipo. ¡Ha! ¡Tendríais que haberlo visto! Cuando me lo trajeron a casa, apenas cabía en el salón. Tenía de todo: Blu Ray 3D, sonido envolvente, home cinema, decodificador TDT  HD, televisor de gran pantalla y última generación, no descuidé ni las conexiones de la mejor calidad. En fin, lo mejor de lo mejor. Pero, no queráis saber cómo me he puesto cuando, al conectarlo, sólo se veía niebla. He llamado a la casa y, al día siguiente (¡Sí que tardan!) me mandaron al técnico. Tras revisarlo todo me dijo: “señora, por favor, ¿cómo quiere ver nada si no lo conecta a la antena?”.  Yo creo que se aguantaba la risa. Pero, podrían haberlo puesto en la caja, ¿no?


Os he explicado una pequeña broma para ilustrar una idea importantísima: no podemos ser buenos cristianos y, mucho menos, buenos líderes si no estamos “conectados” con Dios. Sin oración, sin la Gracia, sin Sacramentos…todo se queda en carcasa, por muy buena que ésta sea. Dicho de otro modo, un árbol no puede dar fruto, ni sombra, ni vivir siquiera, si no tiene raíces y todo es pura rama. De la raíz procede el alimento que lo sustenta.

Pensemos que antes que nada, hay que dejar que Dios viva en nosotros, si no, seremos como fachada hueca y mal servicio a la Iglesia, ni  a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, podremos hacer.

domingo, 17 de febrero de 2013

¡Que viva el óxido!


Caminar y pensar son dos verbos que se conjugan igual y en mí se ayudan mutuamente desde hace muchos años. Sí, caminar me ayuda a ordenar los pensamientos y pensar me ayuda a caminar. Después se añadió el orar, y el “equipo” está, por fin completo, trenzado  en el respirar. Y en ello estoy, muchas veces con una contenido, otras con otro, que voy comentando con Dios, con la vida y conmigo misma… Últimamente sucedió ese bello encuentro en el que dos temas acaban por ser uno, tras conocerse en mi interior. Os lo voy a relatar.

Observo hace tiempo un cambio en los gustos y tendencias que rigen el mobiliario y las esculturas urbanos. Hace tiempo, estos elementos se solían pintar, barnizar, cubrir sus superficies con variadas protecciones que había que renovar constantemente. Ahora se tiende a construirlas en materiales cuyo mismo óxido las protege, y se dejan oxidar. Si algún punto de la superficie resultara dañado, a su vez volvería a oxidarse, y con ello volvería a estar recubierto y protegido. Se trata de una propiedad que poseen los óxidos de algunos metales y que se conoce desde antiguo. Incluso el famoso minio es un óxido binario (también llamado óxido salino o mixto)  de plomo 2+ y 4+ (1).

También hay “líderes” (el liderazgo es el segundo tema que ocupaba mis reflexiones) que parece que estén sólo recubiertos de una capa de pintura o barniz, una especie de pose o máscara, de cara a sus seguidores. Se trata de esa imagen que, con mucho esfuerzo y artificio mantienen y que se supone que es la que ha de atraer y ser imitada y admirada por todos. Por fin he podido poner palabras a esa indefinible sensación, tan desagradable que, desde muy pequeña, me causaban algunas personas que pretendían guiar a los demás: los encontraba inauténticos, fingidos y poco sólidos. A mi modo de ver, eso no son verdaderos líderes aunque puedan pasar por ello eventualmente. Sin embargo, a la larga, ante la prueba, no resisten.

El verdadero líder se me antoja algo así como los nuevos artefactos urbanos. Expuestos a las inclemencias  del ambiente, se “oxidan” (se van entregando al oxígeno de la vida) por el amor, y es ese mismo amor quien los protege y hace fuertes. No disimulan sus debilidades o fragilidades de un modo soberbio, aunque no tengan por qué ir pregonándolas. Son personas normales, como tú y como yo, pero que se han ido forjando al amar  y es eso lo que les hace fuertes, distintos. Ante cualquier situación, lo primero que les viene al pensamiento es siempre lo mismo: “vamos a orar”. Se apoyan en Dios y procuran no tener protecciones ni resistencias ante Él. Si en algo fallan, si se lastiman, si pecan…vuelven a entrar en contacto con Dios y una nueva capa de amor sana la herida que dejó mella en ellos. En esos líderes sí te puedes apoyar porque ellos se apoyan en Dios y te pueden acompañar y guiar hasta Él. Todos deberíamos intentar ser, en mayor o menor medida, líderes así.

 

(1)    El Minio es un óxido salino de plomo de color rojizo anaranjado que, diluido en aceite o ácido, se usa como pintura o preparación antioxidante. Se usaba en la Edad Media para la ilustración de manuscritos.

¡Cuidado! Porque en Wikipedia no está bien explicado y ni siquiera la nomenclatura es correcta. En todo caso se denominaría Tetróxido de triplomo y no “Tetróxido de plomo”, como aparece allí equivocadamente.

lunes, 4 de febrero de 2013

Por amor me creaste...

“Por amor me creaste a tu imagen
para que yo sea capaz de gustarte para siempre en el cielo.”
(Sta. Catalina de Siena)



Somos muchos y compartimos un mismo autobús. Nuestras rutas coinciden en algún tramo. Nuestros horarios se sincronizan durante un período de tiempo. Pero cada uno se dirige a un destino diferente, vive una historia particular, aspira a horizontes únicos. Incluso si uno nos informó del recorrido o nos acompañó a la parada, sería absurdo que, sólo por eso, extraviáramos nuestro camino para seguir el suyo.

 

 
Así también conocemos en la vida a muchas personas. Algunas con rumbos distantes del nuestro. Otras, han conocido a Jesús han creído en Él. Muchas veces nos han tenido que guiar por el camino de la vida.

Nuestros padres, maestros, pastores…nos han conducido, nos han servido de ejemplo. Se lo agradecemos mucho y sobre todo a Dios, que en su Divina Providencia así nos asiste y consuela. Pero no debemos caer en el error de hacer de ellos ídolos. A Quien estamos hechos a imagen y semejanza es de Dios. Él nos ha amado primero, singularmente, a cada uno y “no se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20)” (Benedicto XVI).

Cada persona tiene una vocación distinta, cada cual oye en su corazón matices diferentes en la voz de Dios. Aun en una misma Iglesia y formando un solo cuerpo, somos distintos, únicos. Un líder, un maestro, etc. para serlo de veras, no nos pueden apartar de la Verdad, de las maravillas que Dios quiere obrar en nosotros. Nosotros mismos acompañaremos a otros, evangelizaremos a muchos, pero no debemos perder de vista que a Quien los conducimos es a Dios y no a nuestro gusto personal, para hacerlos imágenes nuestras.


“¿Qué quiere Dios de mí? ¿Qué desea obrar en mi corazón? ¿Qué desea obrar en mi prójimo?”. Son preguntas que hay que meditar constantemente y buscar la respuesta en una relación de amor personal y firme con Dios.

 

domingo, 3 de febrero de 2013

¡Silencio: se vive!


Jesús nos dice:

“Mirad, que yo os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas”. (Mt. 10, 16)

 

El camino no es fácil y necesitamos quien nos guíe y proteja. El Papa, dulce Cristo (el Buen Pastor) en la tierra, nos ha exhortado en repetidas ocasiones a “dejarnos contagiar por el silencio de San José”, a seguirle en nuestro vivir cotidiano.  Constata la gran necesidad de cultivar el recogimiento interior para acoger y custodiar a Jesús en nuestra vida, y favorecer la escucha de su voz. Eso es especialmente necesario en el contexto en que vivimos, un mundo con frecuencia demasiado ruidoso y con tal multiplicidad de mensajes, que empuja a la dispersión.

El verdadero silencio no se debe a un vacío interior, sino que está lleno de la contemplación del misterio de Dios y la disponibilidad total a la voluntad divina y al servicio del prójimo. Acoge la Palabra de Dios y está entretejido de oración constante; oración de bendición, de adoración  y de confianza sin reservas en su Providencia. Así pues, es un silencio activo que selecciona los contenidos: deja fuera todo lo que no viene de Dios, y se llena de todo lo que proviene de la Gracia.

Para imitarlo  he de estar atento y esforzarme en dos aspectos:

 

1º-A qué presto oídos (qué dejo entrar en mi mundo interior). Es humanamente imposible atender a todos los mensajes que se me proponen, necesito elegir. Pero, además, no todo conviene ni es bueno. No son buenos cualquier programa de televisión, conversación, lectura...Algunos corrompen mi alma o la ponen en peligro; debo evitarlas de igual modo en que evito los charcos y barrizales, para no manchar toda mi casa al entrar con los pies enlodados. Y, si me he ensuciado, me lavo en la confesión y vuelvo a comenzar con más ahínco.  Evitaré la información que no me edifica sino que me destruye, acerca de cosas que me hagan perder el tiempo o la virtud, chismes, calumnias, etc.

En asuntos que debo conocer para ejercer mi profesión o formarme, he de buscar una fuente fidedigna, una persona sabia que me aconseje, un buen libro o publicación.

Muy en particular, para conocer lo que la Iglesia afirma en cuanto a la Fe u otras cuestiones, debo buscarlo en las fuentes mismas y no en la primera noticia, probablemente deformada, que vea por la televisión o en Internet.

 “No tengo tiempo”, “no tengo capacidad”, es lo primero que me viene a la mente; pero si soy sincero compruebo que para comprar un piso o un coche, o buscar remedio a una enfermedad, pongo mucho más esfuerzo, ¡cuánto más debería luchar por la salud de mi alma y la de los que me rodean! Dios no me pide más allá de mi capacidad; le rogaré, pues, que me ayude y pondré todo de mi parte.

 

ÉL camina siempre a mi lado, lo sabe todo y está deseando ayudarme en las decisiones de mi vida, avisarme de los peligros (como hizo con San José –Mt 2, 14-), conducirme hacia mi felicidad, ¿No constituirá una “santa astucia” aprender a escuchar su voz, e invitarle constantemente a que entre en mi corazón y pedirle consejo en todo?

La recitación de jaculatorias a lo largo del día resulta de una gran ayuda para lograrlo.

 

-Qué expreso (de palabra u obra). Que tenga siempre presente que aquél de quien voy a hablar, o a quien voy a hablar, es mi hermano. Y me pregunte antes: ¿Es verdad lo que voy a decir? ¿Estoy seguro de ello? ¿Conviene que lo diga a esta persona y ahora? ¿Cómo voy a decirlo (que sea siempre con humildad y amor)?

San José Glorioso, sé tú mi Maestro en el ejercicio del verdadero silencio (ése que hace posible escuchar a Dios, a los demás y a mi propio corazón) y escribe mi nombre en tu Corazón y en los de Jesús y María.

Blogueros con el Papa