Emprendemos el camino y no se mueve ni una hoja. Al poco,
una ligera brisa sopla de frente. Eso nos alegra, nos hace sentir vivos y su
caricia en el rostro resulta hasta agradable. Pero la brisa se vuelve viento
cada vez más fuerte y desemboca en un vendaval. Avanzar se hace gradualmente
más arduo, fatigoso. El polvo, hasta la arena, hojas y otros pequeños y
lacerantes fragmentos de Naturaleza nos golpean y se nos meten en los ojos, la
nariz y la boca. Hemos de ir casi a ciegas, los párpados entornados, casi
cerrados. Perdemos el equilibrio con facilidad a cada cambio de dirección de
las ráfagas, y hasta nos sentimos desorientados. Si el viento en contra cesara
de golpe y no estuviéramos bien equilibrados, nos caeríamos de bruces, nuestro
orgullo o dureza se nos habrían desatado. Así sucede tantas veces en la vida:
tentaciones, contratiempos, desgracias e incluso calumnias y obstáculos que
nuestros mismos hermanos nos ponen (seguramente pensando que están haciendo
bien), convierten el camino de seguimiento de Cristo en un auténtico suplicio. Cuando la velocidad del viento es
grande y el suelo resbaladizo o inseguro, ya no se puede ni caminar de pie,
sólo de rodillas, más bien a gatas.
Y así también en la vida de Fe. En
ocasiones sólo la oración nos da la fuerza heroica de dar un paso detrás de
otro de intentar obrar el bien un minuto tras otro, sólo por una hora, sólo por
un día. Como niños pequeños, a gatas, nos confiamos a la Divina Providencia que
nunca nos abandona. Sólo así podremos seguir. Si nos peleamos con los
elementos, si huimos con la negación de los obstáculos, tarde o temprano
caeremos por un barranco o sucumbiremos de otro modo.
A veces, un caminante más fuerte puede cortarnos el viento y
protegernos de él si nos arrebujamos sihguiendo sus pasos. Otras, habremos de
ser nosotros los que hagamos de paraviento y soporte a otros más débiles.
Los vientos racheados laterales serían las tentaciones, las
dudas, las incertidumbres…Todo ello nos intenta desviar del camino, nos hace
avanzar inseguros, con necesidad de una referencia, un apoyo, un bastón. Nunca
olvidemos la Iglesia, los Sacramentos, la dirección espiritual, consejos sabios
y oraciones de nuestros hermanos. Todo ello nos ayudará a no trastabillar a lo largo de la ruta.
¿Y los vientos a favor? Sí, esos: las comodidades, los
halagos… Si son suaves, ayudan en momentos de cansancio. Pero si son demasiado
fuertes hacen que nuestros pasos se desvíen fácilmente. Además nos hacen perder
el equilibrio. En cuanto cesan bruscamente, nos caemos de espaldas y nos
hundimos.
Pero…¿No es viento el
Espíritu Santo? Es brisa suave que da Vida verdadera. Así lo relata el Primer Libro de
Reyes (19, 11-13):
El Señor le dijo: "Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor". Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto.
Después del terremoto, se encendió un fuego.
Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una
brisa suave.
Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Entonces le llegó una voz, que decía: "¿Qué haces aquí, Elías?".
Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Entonces le llegó una voz, que decía: "¿Qué haces aquí, Elías?".
Hemos de caminar con paso firme, no demasiado
deprisa y, si podemos con algún apoyo para no perder el equilibrio. Pero sobre
todo atentos al sonido de esa brisa que es la que ha de guiar nuestros pasos,
el Espíritu Santo.
¡Ánimo, con Dios, el viento no podrá truncar
nuestro camino!
Me quedo con el del Espíritu Santo, a quien también hay que atender...
ResponderEliminarY yo!! Un abrazo!
EliminarEstimada Pilar: No voy a halagarte no fuese a hacerte perder el equilibrio pero si caminaré silenciosamente junto a tí para poder estar atentas al sonido de esa brisa que ha de guiar nuestros pasos.
ResponderEliminar:D ¡Eres un sol! Sí, démonos la manita y vayamos siempre juntas, en comunión, en pos de Aquél que es nuestra felicidad. Bendiciones y gracias
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