¡Es casi matemático: ya llegó uno y no me deja ni a sol ni a
sombra! Sí, es un moscardón. De esos que, cuando te pillan en el camino te
están mareando hasta el final, hagas lo que hagas por evitarlo. Si caminas por
un lugar poco transitado, si has ascendido bastante en la ruta y andas ya por
esas zonas de hierba que en invierno están todas cubiertas de nieve, tenlo por
seguro, tendrás su compañía. De vez en cuando pasas al lado de algunos
excrementos de vaca o de caballo y las ves revoloteando, mientras disfrutan de
su manjar. Después, esa o esas que llevas a tu alrededor se te posan en los
ojos, la boca…y van paseando como quien disfruta de veras.
Siempre encontrarás un compañero de camino que se está
quejando continuamente por todo. De la vida, escoge esa parte desagradable,
oscura y molesta para ser su altavoz y repetidor. Las personas, para ellos,
sólo tienen defectos o, a lo sumo, desgracias.
Y sus dolores y males son los peores del universo. Su sed, más sed que
ninguna. Su hambre, su dolor de espalda, de pies…pasará a los anales de la medicina como el mayor jamás soportado. Cuando ya no haya
nada más que enumerar, soltarán de vez en cuando un suspiro, o pondrán toda su
mejor cara de “mira cuánto sufro” cada vez que les dirijas el ojo. Por
supuesto, cualquier cosa que se te ocurra emprender, en su mente y en su boca,
acabará siempre mal. Si saliera bien, es que “no costaba nada” o…algún defecto
le encontrarán. Son los que en una pared
absolutamente blanca, inmaculada, fijan su vista invariablemente en ese puntito
negro, casi imperceptible.
Puedes intentar razonar con ellos y, en contadas ocasiones,
servirá de algo. A lo mejor es la primera vez que alguien les escucha con amor.
Lo habitual, no obstante, es que eso empeore aún las cosas. Sólo te queda
armarte de paciencia y estar muy cogidito de la mano con tu Señor, roca y
fortaleza. No hagas ya demasiado caso al sonsonete que va a tu lado. Muéstrate
amable, pero de un modo sencillo. Y, luego, viene la mayor tarea, la interior.
No dejes que mine tu ánimo. Pide a Dios que te dé paciencia y ofrécele esa
penitencia que Él ha tenido a bien permitir que caiga sobre ti. Piensa en todas
las veces que tú actúas de modo similar y pídele perdón, intenta no repetirlo.
Piensa que ése que camina a tu lado es un hijo amadísimo de Dios a pesar de las
apariencias. En la oración y la humildad está tu fuerza.
No desesperes, Dios no te va a pedir más de lo que puedas
soportar. Eso no va a durar eternamente.
No pierdas demasiado el tiempo intentando contentar a los
que no quieren contentarse, eso te haría perder el equilibrio y el sentido de
la medida.
Una gran ayuda para soportar situaciones difíciles es el
sentido del humor. También el poner cada problema en su perspectiva adecuada, no
hagamos un mundo de una cosita de nada. Y, sobre todo, fija tu atención en otro
sitio, especialmente en Dios y en las bellas cosas que ha creado.
Si, a veces viene a ti el deseo de que el compañero molesto
se quede ya afónico o pase por allí otro infeliz que cargue con él en tu lugar,
no lo alimentes. Sin embargo tampoco te sientas especialmente culpable por
ello, sólo déjalo pasar.
Ofrece todo como alivio de los sufrimientos que por ti pasó
Jesús a lo largo de su Pasión y ten paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario