Jesús
nos dice:
“Mirad, que yo os envío como ovejas en
medio de lobos; sed, pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas”. (Mt. 10, 16)
El camino no es fácil y
necesitamos quien nos guíe y proteja. El Papa, dulce Cristo (el Buen Pastor) en
la tierra, nos ha exhortado en repetidas ocasiones a “dejarnos contagiar por el
silencio de San José”, a seguirle en nuestro vivir cotidiano. Constata la gran necesidad de cultivar el
recogimiento interior para acoger y custodiar a Jesús en nuestra vida, y
favorecer la escucha de su voz. Eso es especialmente necesario en el contexto
en que vivimos, un mundo con frecuencia demasiado ruidoso y con tal multiplicidad
de mensajes, que empuja a la dispersión.
El verdadero silencio no se
debe a un vacío interior, sino que está lleno de la contemplación del misterio
de Dios y la disponibilidad total a la voluntad divina y al servicio del
prójimo. Acoge la Palabra de Dios y está entretejido de oración constante; oración
de bendición, de adoración y de
confianza sin reservas en su Providencia. Así pues, es un silencio activo que
selecciona los contenidos: deja fuera todo lo que no viene de Dios, y se llena de
todo lo que proviene de la Gracia.
Para imitarlo he de estar atento y esforzarme en dos aspectos:
1º-A
qué presto oídos
(qué dejo entrar en mi mundo interior). Es humanamente imposible atender a
todos los mensajes que se me proponen, necesito elegir. Pero, además, no todo
conviene ni es bueno. No son buenos cualquier programa de televisión,
conversación, lectura...Algunos corrompen mi alma o la ponen en peligro; debo
evitarlas de igual modo en que evito los charcos y barrizales, para no manchar toda
mi casa al entrar con los pies enlodados. Y, si me he ensuciado, me lavo en la
confesión y vuelvo a comenzar con más ahínco.
Evitaré la información que no me edifica sino que me destruye, acerca de
cosas que me hagan perder el tiempo o la virtud, chismes, calumnias, etc.
En asuntos que debo conocer para
ejercer mi profesión o formarme, he de buscar una fuente fidedigna, una persona
sabia que me aconseje, un buen libro o publicación.
Muy en particular, para conocer
lo que la Iglesia afirma en cuanto a la Fe u otras cuestiones, debo buscarlo en
las fuentes mismas y no en la primera noticia, probablemente deformada, que vea
por la televisión o en Internet.
“No tengo tiempo”, “no tengo capacidad”, es lo
primero que me viene a la mente; pero si soy sincero compruebo que para comprar
un piso o un coche, o buscar remedio a una enfermedad, pongo mucho más esfuerzo,
¡cuánto más debería luchar por la salud de mi alma y la de los que me rodean! Dios
no me pide más allá de mi capacidad; le rogaré, pues, que me ayude y pondré
todo de mi parte.
ÉL camina siempre a mi lado, lo
sabe todo y está deseando ayudarme en las decisiones de mi vida, avisarme de
los peligros (como hizo con San José –Mt 2, 14-), conducirme hacia mi felicidad,
¿No constituirá una “santa astucia” aprender a escuchar su voz, e invitarle constantemente
a que entre en mi corazón y pedirle consejo en todo?
La
recitación de jaculatorias a lo largo del día resulta de una gran ayuda para lograrlo.
2º-Qué expreso (de palabra u obra). Que
tenga siempre presente que aquél de quien voy a hablar, o a quien voy a hablar,
es mi hermano. Y me pregunte antes: ¿Es verdad lo que voy a decir? ¿Estoy
seguro de ello? ¿Conviene que lo diga a esta persona y ahora? ¿Cómo voy a
decirlo (que sea siempre con humildad y amor)?
San José Glorioso,
sé tú mi Maestro en el ejercicio del verdadero silencio (ése que hace posible
escuchar a Dios, a los demás y a mi propio corazón) y escribe mi nombre en tu Corazón
y en los de Jesús y María.
Reciban muchas bendicion desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
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